miércoles, 26 de noviembre de 2008

VOLVER EN CLAVE DE CUENTO (FINAL)

De vez en cuando entraba en aquella librería y visitaba su vieja alfombra. El rincón del cuenta cuentos siempre estaba igual, el tiempo parecía no pasar por aquel lugar. Los cuentos seguían allí esparcidos, todas aquellas historias que él un día imaginó.

En algunas ocasiones se agachaba y acariciaba alguno de aquellos cuentos, lo hojeaba y pensaba si algún día aquella alfombra volvería a cobrar vida. Luego salía y miraba como la puerta se cerraba tras él.

Pero pasado un tiempo se encontraba paseando por otras calles y visitando otras librerías cuando recordó su vieja alfombra. Contaba con algún tiempo libre, cosa rara, y decidió pasar a visitar la librería y ver su pequeño rinconcito. Se encaminó hacia ella teniendo la completa certeza de que todo seguiría igual.

Cuando entró miro el alejado rincón. Allí estaba su alfombra, los cuentos… como si el tiempo se hubiese detenido desde su última actuación. Miró el viejo calendario colgado en la pared, vio la luna en sus hojas y recordó sus noches pasadas escribiendo aquellos cuentos.

Sonrió y se giró para salir pero… entonces vio algo que llamó su atención. Allí, en una esquina de la alfombra, tapada por una estantería había una pequeña sentada. Hojeaba uno de sus cuentos. Se fijó en ella, era inconfundible, sus rasgos orientales la delataron. Era una de aquellas pequeñas que durante algunos sábados había compartido sus historias con él. Sus ojos rasgados miraban cada palabra salida de su tintero. Ella conocía el cuento, había ido a su representación en el último día del cuentacuentos.

De repente la niña levantó sus ojos rasgados del cuento, miró fijamente al cuentacuentos y fue hacia él. Cuando estuvo parada frente a su compañero de sábados matinales le dijo: “Hola. En mi estantería tengo un huequito para tus cuentos que no he querido ocupar. ¿Estás bien?”


Todo lo que ocurrió después da igual, lo verdaderamente importante es que en ese momento decidió volver a escribir, decidió que daba igual el tiempo que pudiera dedicarle. Se dio cuenta que las palabras no hay que buscarlas sentado frente a una hoja de papel sino que viene solas en cualquier momento arrastradas por el viento de las cosas que llenan nuestra vida. Y allí parado frente a aquella niña de ojos rasgados encontró las palabras de su siguiente historia. Una historia donde aparecería aquella niña de rasgos orientales que había hecho que aquella alfombra fría volviese a tomar vida, una historia de gratitud en forma de cuento.

VOLVER EN CLAVE DE CUENTO (2ª parte)

Un día ese tiempo se volvió insuficiente. Sus obligaciones cada vez ocupaban más tiempo de su vida y cada vez, con más frecuencia, tenía que suspender aquel ratito en el que sentía que podía mostrar su parte más interior.

Los niños perdieron su rutina de asistir cada sábado y cada vez eran menos los que asistían a las contadas ocasiones en que él podía acercarse a aquella pequeña librería que tan buenos momentos le había reportado.

No encontraba el momento de escribir su pequeño trocito de historia y cuando al fin encontraba el momento aquel trozo de papel en blanco parecía ser una barrera entre él y sus sentimientos. Las palabras que un día brotaron como el agua de un manantial ahora se resistían a salir escondidas en lo más profundo de la desesperación por no saber dibujar palabras que conformaran su pequeños trocito de historia.

Así llegó el día en que decidió olvidar aquella experiencia, olvidarse de las caras expectantes, olvidarse de las caras de aquellos niños cuando oían sus historias, decidió enterrar su complejo de Peter Pan y crecer. Asumir que el tiempo pasa y cada vez es menos el que se puede dedicar a lo que realmente llena nuestra alma de satisfacción.


Por última vez entró en aquella librería, se sentó en la alfombra, antes compartida, y ahora tan fría y hojeó su último cuento y sintió la brisa del mar y la fuerza de la tempestad.

El cuenta cuentos cerró su página y aquella alfombra del sábado por la mañana volvió a quedarse sin visitantes, sus cuentos en ella esparcidos eran la señal de que una vez allí hubo vida, pero el telón bajo y aquella alfombra cada vez se hizo más fría…

lunes, 24 de noviembre de 2008

VOLVER EN CLAVE DE CUENTO (1ª parte)

Durante muchos años había sentido la ilusión del niño que llevaba dentro. Esa sensación le había llevado un día a proponerle a ella hacer de cuenta cuentos en su pequeña librería. Cada sábado por la mañana, sentado en aquella alfombra, rodeado de pequeños ojos expectantes, el caracterizaba aquellas aventuras de niños perdidos o abandonados en el bosque, o aquella niña decidida a visitar a su abuela…

Su única recompensa eran aquellos ojos fijos en cada uno de sus movimientos, aquellas expresiones de expectación ante cualquier cambio en el tono de su voz. Poco a poco fue disfrutando más y más cada sábado.

Un día se decidió a escribir su propio cuento, su propio mundo de fantasía con el que sorprender a aquellos pequeños seres que, cada vez más, habían ido ocupando un sitio más y más importante en su vida cotidiana.



Así fue como su cabeza comenzó a sentir como propias aquellas fantasías. Un cuento llevó a otro y una historia hacía surgir el tema de la siguiente.

Durante mucho tiempo sus fieles oyentes asistían a la representación de sus propios cuentos. Al terminar, él entregaba a cada niño un ejemplar de su cuento, de su historia, pues en realidad los cuentos que él escribía eran de ellos, ellos eran su musa y su motivación e incluso en alguno de aquellos cuentos aparecían aquellos niños reflejados.

A lo largo de toda la semana pensaba en ese ratito que ocupaba con ellos. Sin embargo su tiempo se hacía cada vez más escaso para escribir todo lo que quisiera y una día…