viernes, 13 de junio de 2008

GRANDEZA DEL MAR

Allí estaba otra día más. Sentado mirando la inmensidad de aquel mar que tantas veces había contemplado. Veía las olas llegar y chocar contra aquellas rocas. Veía la fuerza del mar desbocada arrastrando todo lo que encontraba a su paso. Oteaba el horizonte buscando una señal que presagiase un cambio de las condiciones que hasta ahora habían determinado el devenir de los últimos días.

Miró a su alrededor y todo seguía igual. La misma gente deambulando por el muelle, corrillos de hombres con la vista pérdida en el mar desagradecido. Grupos de mujeres ojerosas, maltratadas por el tiempo y el salitre de una brisa que cada vez castigaba más su piel.

Sintió la tensión de aquel muelle. Un día, dos días, tres días, cuatro días, cinco largos días... días tensos con una flota amarrada de pies y manos que nada podía hacer por mejorar el futuro más cercano, por variar la angustia de quien quiere y no puede y de quien intuye pero se resiste a admitir.



Volvió a mirar al frente y todo seguía igual. Aquellos nubarrones no presagiaban ningún cambio y aquel viento... maldito viento que azotaba sin conciencia aquel mar revuelto.

Fueron las circunstancias, muchos días de amarre y una familia que no puede soportar la presión de un ritmo de vida que ahora, el mar ha decidido frenar en seco. Mar que no quiere aceptar la entrega de su riqueza y se encrespa… pelea. Marineros que deciden hacerse a la mar en busca de su presa pasando de ser pescadores a pescados por un Rey Neptuno que decidió que hoy no era buen día de pesca.

Miró de nuevo a su alrededor y vio la angustia dibujada en cada uno de aquellos amigos, vecinos, compañeros de labor pero para él era distinto, eran su hermano y su padre, botín arrancado por el mar en aquella batalla entre los hombres y los elementos, batalla que esta vez había ganado el mar. Riqueza arrancada de su corazón, pero él miraba el mar en su grandeza. Durante años el había entregado su riqueza… hacía cinco días que había decidido cobrarse su precio.

10 comentarios:

Anónimo dijo...
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El antifaz dijo...

además de lo que sufre la gente del mar con el propio infinito, aquí fuera hay tiburones y morenas con corbata que les hacen la vida imposible.
Ahora los pescadores tienen que luchar en dos direcciones: mar adentro y tierra adentro.
Me gustó la forma de contarlo.
Saludos.

Xiluso dijo...

LA vida nos arrastra hacia el borde del precipicio, allí nos deja haciendo equilibrios , hasta que al final hemos de apostarlo todo y saltar. En el salto nos va la vida pero si no hubiesemos saltado nos iba igual.

Señor De la Vega dijo...

Dura historia, que nos devuelve a la humilde posición de la que gozamos como humanos, mirar, con maravillados ojos de asombro y a la vez, con ojos rojos de dolor
Suyo queda, Z+----

Malena dijo...

Plasoaris, no he querido quitar tu enlace, con la esperanza de que vuelvas a escribir.

¿Estás bien? Te recuerdo.

Mil besos.

Plasoaris dijo...

Antifaz: tienes toda la razón, como si no fuera ya dura la vida del marinero como para que encima se la compliquemos más.

Plasoaris dijo...

Xiluso: Uno a veces no puede elegir, simplemente ha de dejarse llevar en el mejor de los casos o esperar inmóvil en el peor.

Un saludo.

Plasoaris dijo...

Señor de la Vega: Es cierto que en muchas ocasiones nuestros sentimientos son contradictorios pero, para mi, ante todo se levantan, como pilares, la dignidad y la grandeza.

Un saludo.

Plasoaris dijo...

Buenas Malena:

Podría contarte que he vuelto de china, pero en realidad ha sido la falta de tiempo y el exceso de ocupaciones por un lado y por el otro el haber perdido un poco la inspiración y las ganas lo que me hicieron alejarme. Prometo volver muy pronto. Espero que tu también estés bien.

Gracias y besos.

Malena dijo...

Así lo espero. :)

Un beso.